Desde entonces papá ya nunca juega con él.
Cada año, subíamos a la cima para ver cómo el deshielo
formaba venas que recorrían la ladera alimentando ríos hasta el océano.
Conforme el blanco desaparecía, el verde ocupaba su lugar. Mi
padre me explicaba el proceso mientras jugaba con algún carámbano. Una tarde quedó
quieto. Me acerqué y le hablé, parecía no oírme, con cautela le rocé, estaba completamente
frío y rígido. Cayó la noche y tuve miedo al no contar con su voz tranquilizadora.
Cuando despertó nos marchamos para no volver. Nunca más le vi
disfrutar con el agua, ni jugar con el hielo.
REC.
Pequeñas aportaciones olvidadas por ahí.
© Yashira 2013
REC.
Pequeñas aportaciones olvidadas por ahí.
Pobre padre, menos mal que se recuperó :D
ResponderEliminarBesos
Sí, aunque me temo que le quedan secuelas
EliminarBesos Henry.
Lo sorprendente es que fuera el padre y no el niño. La incógnita sobre qué pudo haberle pasado abre tantas puertas... Yo he pensado en el coronel Aureliano Buendía de chico.
ResponderEliminarUn saludo
Juan M
Es verdad que abre muchas puertas porque no sabemos con certeza qué sucedió, tan sólo que ya nada volvió a ser igual y los gratos recuerdos que tenía el niño quedaron en eso, gratos recuerdos.
EliminarSaludos Juan M.