Mis oídos cerrados al miedo, a la desilusión, al terror de los últimos años.
Hoy no es un viernes cualquiera, es el día en el que comienza mi nueva vida,
con la maleta preparada y el corazón en un puño, encaro mi futuro. Ahí quedan
los últimos años bañados en penumbra, el ocaso de la niñez que nunca floreció y
aquellos momentos cargados de promesas incumplidas.
Hoy, por primera vez en años, camino sin dolor. Mi hogar es el mundo y tú
yaces bajo mis pies. La niña que fui contempla aquella bici rosa que nunca me
regalaste, piso la tierra que cubre tu cuerpo mientras rememoro las últimas
palabras que fui capaz de escuchar: "Si Carmen no viene a casa, irá a la cárcel".
Tus últimas palabras antes de la explosión. "Un terrible accidente",
publicó la prensa, "el padre falleció en el acto y la niña milagrosamente
sobrevivió". Yo nunca lo hubiera hecho. Eran tiempos en los que una mujer
pertenecía a su marido y éste la podía golpear hasta la muerte, no la hubieras
dejado marchar. Los ojos de mamá miran de frente y ha vuelto a sonreír.