Me leen...

miércoles, 22 de julio de 2015

Luna azul




Lola, montada en bicicleta, disfrutaba cada día la aventura de recorrer decenas de kilómetros hasta el mar, ese mar en el que su amado navegaba y desde cuya orilla veía mecerse las olas mientras le esperaba.

El 31 de julio la muchacha admiraba desde la playa la segunda luna del mes y, cautivada por esa redondez, no se percató de su inmovilidad hasta que sintió dolor al respirar, trató de gritar, agitarse, ningún movimiento le era posible. En ese instante otro acontecimiento marcó la vida de la aldea: Escasamente a un kilómetro de la costa naufragó La Berta, pequeña embarcación en la que pescaba Miguel todos los días hasta el amanecer.

Los aldeanos ajenos a la desgracia creyeron ver al astro sonreír. 

En la dorada arena una escultura de autor desconocido quedó para siempre oteando el horizonte. El cuerpo de Miguel nunca apareció y corre el rumor de que, aproximadamente cada tres años, del rostro de la estatua brotan lágrimas y si te fijas bien, en la faz de la luna puede verse la figura de un marinero faenando entre blanca espuma.
© Yashira  2015

Foto cedida por Francisko Martínez García



Este relato está inspirado en una conversación surgida en el chat de los entecianos cartageneros junto a una foto preciosa que vi de Paco M., foto que adjunto para que podáis disfrutar.