Querida luna de abril, miras nuestras caras, nuestras vidas, visitas cada hogar con la calma de quien sabe dónde va. En ellos encuentras tristeza, enfermedad, soledad, algún que otro beso, pero también alguna maldad. Nos sientes tus hijos porque nos viste nacer, y siempre vigilante intentas proteger lo más tierno de nuestro interior, eso que no sacamos a la luz por temor a ser descubiertos; por miedo a que otros aprovechen nuestra debilidad. Tú nos conoces bien, conoces el fuego y la vida que perdemos en ese error. Hoy llena de dolor e impotencia rompes tus normas, y comienzas a llorar.
Es la lluvia la que llega desde el fondo de mi corazón, está fluyendo como manantial, ya los ojos se van llenando y resisto; no la dejo fluir. Como fuente natural una gota resbala por mi cara, ya, nada la detendrá. Desde este momento comienza a caer y el mundo me mira, la tierra seca respira y dichosa recibe alimento; surge de la nube oscura del alma y se derrama todo el interior: las lágrimas antes contenidas fluyen y comienza la inundación. Un mundo de agua que recorre tu interior, desde mis ojos directamente a tu corazón.