Me leen...

viernes, 29 de marzo de 2013

Marionetas





Dibujo de Juanlu


Simples marionetas, eso somos. Desde que nacemos van moviendo nuestros hilos los padres, maestros, amigos, jefes. Aun hay algo peor: ese momento en el que te das cuenta de que toda tu vida es sólo una función, desde el comienzo creíste que las decisiones las tomabas tú, creíste que elegías a los amigos, que elegías un trabajo, que elegías una forma de vida. Pero todo se revela falso, un día te quedas sin trabajo, resulta que los amigos te dan de lado, ya no eres el tipo divertido que pagaba las rondas. Tu familia se va deteriorando, entre tu mujer y tú desaparece la comunicación que queda reducida a gruñidos y miradas de desprecio; a los chicos apenas les ves y se avergüenzan de su padre parado; buscando trabajo te encuentras con la oposición de todos cuantos se acercan, demasiadas pegas: el perfil, la edad, la cualificación... Increíble, siempre te dijeron que eras perfecto para tu puesto, hasta ese fatídico día en que te pusieron delante el finiquito y tuviste que firmarlo. Hoy el Gobierno de la Nación ha decidido que se retiran las ayudas a los desamparados, no hay presupuesto, desde Bruselas piden más recortes y tú eres uno de los damnificados, pero... ¿Quién eres? Ya ni lo recuerdas, no tienes mas que una cartilla que dice que estás "parado", sin recursos, sin ayudas, sin posibilidad de una vida digna. Desde los medios de comunicación te van llegando noticias de nuevos suicidios ante los desahucios, ante la desesperación de los que, como tú, ya no tienen derecho a un trabajo, a una ayuda, a vivir con lo mínimo necesario. ¿Quién mueve los hilos? Como marioneta sin decisión te vas dejando llevar hasta que los propios hilos se enredan en tu cuello, en cada nuevo recorte se acorta la distancia. 
En el periódico de hoy un nuevo suceso: hombre en paro, sin recursos, desahuciado y relegado a la miseria se quita la vida. Los que mueven los hilos no se pronuncian, son cosas que pasan, pero siempre le pasan a otros. Marionetas sin vida propia, entregados a la rutina; sin voz, sin peso, simples muñecos manipulados para cumplir con su parte de la función. Y cuando esta termina... No son necesarios.


© Yashira  2013

lunes, 11 de marzo de 2013

A veces veo sombras

Imagen tomada de Google




Me siento a escribir junto a la luz de la lámpara, algo se oscurece, no detecto qué es. Pienso en  preparar una tacita de té. Al entrar a la cocina  se oculta rápido tras la encimera. Me fijo bien, no hay nada. Esta noche la  tormenta me juega malas pasadas.  Disfruto al tacto del calor de la taza, siento cómo va calmando el frío y tranquilizando mi espíritu, nada como un té caliente para levantar el ánimo. De nuevo sentada frente al papel, comienza el espectáculo: Una hoja en blanco, un bolígrafo medio gastado y mis dedos que no llegan ni a tocarlo. Ante mis ojos esa mancha oscura levanta el papel, lo gira y lo dobla, atónita miro hipnotizada, suena una música suave que no sé de dónde viene porque cuando voy a escribir me gusta que haya absoluto silencio, pero claro, esta vez no soy yo quien escribe, es él, el bolígrafo comienza a bailar al ritmo sobre el papel. En medio de las filigranas un corazón, en el corazón una flecha.


Asustada me pongo en pie al tiempo que un trueno suena retumbando en los cristales, se va la luz y son los relámpagos los que crean fantasmagóricas imágenes. Las sombras ya no se ven, se sienten. Rodeada de ellas soy una más, me rozan y grito. Estoy sola, sé que estoy sola en la casa, me repito continuamente. Cuando ya el miedo está a punto de traspasar mi corazón, vuelve la luz, frente al espejo alcanzo a ver mi imagen ensangrentada. Me toco, me miro, no hay nada. Todo está como estaba, el papel en blanco, el bolígrafo sobre él y el silencio. Ese rotundo silencio que queda cuando la tormenta se acaba.

© Yashira  2013