Pintando aquellos extraños bisontes recuperé mi identidad. No fue casualidad que entrase tras aquel hombre a la gruta, se dirigió a las pinturas rupestres y comenzó a copiarlas en su cuadernillo, me gustó la idea y decidí imitarlo en un pequeño block que siempre llevo encima. Sorprendente la destreza que hallé tras los primeros trazos, como si de escritura automática se tratara mis manos recorrían el papel perfilando siluetas, creando formas no recordadas. En unos minutos había recreado toda la cacería y el ritual antes del reparto, asombrado pude verme semidesnudo, rodeado de otros como yo gritando y postrándose ante mí.
© Yashira 2015