Lo sé, no penséis que me volví loca, a los humanos la
evolución no les regaló unas alas como a las gaviotas, pero tenemos algo que
aún a ellas no se les ha reconocido: Imaginación y fe. Mi perro que tampoco fue
agraciado con ellas lo tiene muy claro, los perros no vuelan, si acaso saltan y
no muy alto para no dañarse las patas. Me mira con ojitos lastimeros al verme
enfilar junto a los demás el camino del acantilado. Él no puede saber que la fe
mueve montañas, ni que cuando visualizas algo con convicción, se hace realidad.
Por eso, cuando me ve saltar, resuena con ecos infinitos su doloroso gañido,
por eso inicia un recorrido kilométrico para intentar alanzar mi cuerpo. Mi
salto es espectacular, digno del mejor trapecista, la caída vertiginosa, tanto
que no me da tiempo a imaginar el aterrizaje y ese error fatal, concluye con
mis huesos desparramados por doquier.
© Yashira 2015
Para los Viernes creativos de Fernando Vicente en "Escribe fino"
Uf... duele, desde lo simbólico y desde lo narrativo.
ResponderEliminarUn beso,
HD
Una sorpresa Humberto verte por aquí, sorpresa y placer, todo sea dicho. Si que duele sí, desde luego no pienso volver a saltar... Besos.
EliminarImpecable lo mires por donde lo mires, ¡mi enhorabuena¡
ResponderEliminarBesos fuertes,
tRamos
Gracias por comentar y por tu visita Tramos, un generoso comentario el tuyo.
EliminarAbrazos.