Llegó
al pueblo bastante entrado el invierno. Se instaló en la casita que habían
dispuesto para ella, era acogedora, limpia, quizás un poco fría. No divisó la
escuela, le extrañó porque acostumbraba a estar cerca de su residencia. Mientras
acomodaba la ropa, una vecina se presentó y le comunicó que esa noche en su casa
hilarían, estaba invitada.
Imaginó
mil cosas: ¿Sería tejer? ¿Bordar? ¿A qué llamarían hilar en pleno siglo XXI? Su
mente no paró de idear y acabó haciendo conjeturas de lo más disparatadas.
Pensó
en llevar algún presente, no tenía tiempo para preparar nada, miró las maletas
y tomó una botella de vino de su tierra ¡Perfecto!
Al
golpear aquella puerta un escalofrío le recorrió la espalda. Entró y vio una estancia en penumbra. Los
contornos se dibujaban en el contraluz de las ventanas, la luna llena iluminaba
con su fugaz resplandor una habitación en la que se adivinaban una decena de
personas. Se pusieron en pie, ella creyó
que la saludarían pero algo comenzó a pegarse en su piel, por los movimientos
parecían vomitar sobre ella ¿Qué estaba sucediendo? Pronto el pánico se apoderó de sus sentidos,
no podía moverse. La botella de vino que ya no sujetaba seguía pegada a su
mano. Sintió cómo la trasladaban y pudo entrever una especie de almacén lleno
de… ¿Crisálidas?
No
eran crisálidas, era el alimento para las crías que estaban por nacer.
© Yashira 2013
El primer premio ha sido para Filandón de Cristian Martín Ríos y el segundo para Carmencita de Mar González Mena.
¡¡¡Enhorabuena a ambos!!!